
En el mundo de la aromaterapia existen distintos enfoques a la hora de hablar de aceites esenciales. Los aceites esenciales son las sustancias más complejas dentro del reino vegetal y esto se debe a que contienen la mayor diversidad y más grande concentración de componentes bioquímicos en relación a otras sustancias naturales. La ciencia se inspira desde hace muchos años a través de estos y otros componentes naturales para la síntesis de fármacos.
Hablar de la aromaterapia como una medicina alternativa es subestimar su poder de acción, la aromaterapia es una medicina natural.
En Francia, existe un listado enorme de aceites esenciales que el público no puede conseguir sin receta médica. El hecho de que no todos los aceites esenciales figuren como medicamentos no elimina el riesgo de toxicidad de algunas de estas sustancias con principios activos tan complejos como potentes y variados. Y este es el motivo por el que deben manipularse con sumo cuidado.
Los inicios de la aromaterapia surgen en la antigüedad, los egipcios ya usaban plantas, resinas aromáticas y aceites esenciales en el proceso de embalsamado (prevención de la putrefacción y descomposición del tejido que alguna vez vivió) con excelentes resultados.
Maravillosamente conservaron con éxito animales y seres humanos mediante este método y los sacerdotes pronosticaron (¡correctamente como sucedió!), que estos cuerpos durarían al menos 3000 años.
Sin embargo la aromaterapia como la conocemos hoy surge a principios del siglo XX en Francia, de la mano del químico René Maurice Gattefossé (1881-1950), conocido actualmente como el padre de la aromaterapia, quien acuñó este término en su obra L’Aromathérapie (1928).
En 1910, mientras trabajaba en su laboratorio, fue quemado en una explosión. Días después, las heridas se infectaron con gangrena gaseosa, infección que curó con aceite esencial de lavanda (Lavandula angustifolia) tras haber escuchado a los recolectores en el campo decir que era milagrosa frente a las heridas.
Impresionado, Gattefossé dedicó su vida a investigar los aceites esenciales.
Muchos de sus pacientes eran soldados heridos en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Utilizaba aceites esenciales como tomillo, manzanilla, clavo y limón. Hasta la Segunda Guerra Mundial, esos aceites esenciales se usaban para desinfectar heridas y esterilizar instrumentos quirúrgicos (Ryman 1991).
Pero más adelante de la mano de Gattefossé y el famoso y reconocido médico Jean Valnet, la aromaterapia comienza a recobrar otro sentido.
Nacen los primeros estudios científicos sobre los aceites esenciales y las esencias con el fin de poder comprenderlos mejor y así conocer sus usos, precauciones y cuidados.
Los primeros ensayos clínicos surgen en medio de la segunda guerra mundial cuando Valnet decide tratar a los heridos, utilizando aceites esenciales con el fin de desinflamar, limpiar y desinfectar las heridas, quedando perplejo al observar con sus propios ojos los resultados que obtenía.
Entre los aceites que más usó se encontraba el árbol de té (Melaleuca alternifolia).
Posteriormente la bioquímica Marguerite Maury abre un nuevo campo en la aromaterapia al introducir el uso de los aceites esenciales en el rubro de la cosmética.
Luego, allá por el año 1973 en Bulgaria, Atanassova-Shopova encuentran que moléculas como el linalol y el terpineol presentes en la Lavandula angustifolia tenían un efecto depresor sobre el sistema nervioso central (SNC).

En 1975 el investigador y pionero francés Pierre Franchomme (farmacéutico de profesión) asocia el término «quimiotipo o raza química» a los aceites esenciales para definirlos en función de su composición química, la cual depende del tipo de cultivo, clima, tipo de suelo, humedad, altitud, latitud, zona geográfica, etc.
Los doctores en Medicina Pénoël y Fhanel también continuaron sus estudios en el campo y así surgieron los primeros investigadores que se dedicarían a la aromaterapia científica a través del estudio de diversas moléculas, Robert Tisserand, Rodney Young…
En 1980 la enfermera Helen Passant, introduce los aceites esenciales en el hospital de Churchill en Oxford (Inglaterra), donde descubre como sus pacientes logran conciliar el sueño al reemplazar los analgésicos y sedantes por Lavanda y Mejorana, lo que se comprueba posteriormente cuando en 1988 Robert Tisserand descubre en sus investigaciones que los efectos terapéuticos del aceite esencial de Lavanda superaban ampliamente a los de las benzodiazepinas (medicamentos psicotrópicos que actúan sobre el sistema nervioso central y poseen efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos, amnésicos y miorrelajantes) a la hora de tratar el insomnio.
Bachbauer, Yamada, Elisabetsky, Moura Lincke, y otros tantos investigadores descubren los efectos tranquilizantes de la Lavanda (Lavandula angustifolia) concluyendo poseía efectos hipnóticos y anticonvulsivos, lo cual hoy en día sabemos que es cierto y lo debemos en gran parte a su alto contenido en linalol.
En el presente, la ciencia ha podido determinar que la lavanda es reguladora del sistema nervioso, calmante, sedante, potente antiespasmódica, ansiolítica, analgésica, anticonvulsiva, e incluso neuroprotectora gracias a un principio activo denominado acetato de linalilo, un tipo de éster con diversas e importantes propiedades. Pero pensemos que un aceite esencial guarda un gran número de moléculas en su composición trabajando entre ellas de manera extraordinaria y en sinergia. Algunos de ellos poseen incluso más de 200 moléculas en su composición, un tesoro invaluable que nos regala la naturaleza.
La bioquímica de los aceites esenciales
En aromaterapia, las propiedades comunes a menudo se atribuyen a moléculas pertenecientes a la misma familia bioquímica, y aún incluso cuando no podemos hacer ninguna conexión directa entre la presencia de una función química dada y su acción fisiológica, es importante conocer esta clasificación.
Dentro de esta clasificación de familias bioquímicas nos encontramos con distintos grupos a los que denominamos grupos funcionales. Algunos de ellos son los monoterpenos, los sesquiterpenos, las cetonas, los aldehídos, los fenoles, los ésteres, los éteres, los terpenoles, etc..
Los monoterpenos, por ejemplo son potentes antisépticos respiratorios y antisépticos aéreos, tónicos generales y buenos descongestivos respiratorios, pero también excelentes circulatorios.
En este grupo nos encontramos con varios aceites esenciales que contienen estas moléculas, como el árbol de té, el pomelo, el limón, la lima, la naranja dulce, el pino, el ciprés, el mirto, el enebro. Conocer esta bioquímica nos permite también entender aún mejor sus contraindicaciones, ya que todos estos aceites esenciales pueden ser irritantes si se colocan puros sobre la piel, al mismo tiempo que también algunos son nefrotóxicos, pero si aprendemos a utilizarlos correctamente podremos aplicarlos con toda tranquilidad.
Los aceites esenciales obviamente no contienen parabenos, bisfenol A, sales de aluminio, ftalatos u otros disruptores endocrinos sintéticos, que pueden interferir con la fertilidad, la tiroides, promover el sobrepeso y la diabetes, aumentar el riesgo de ciertos tipos de cáncer, así como enfermedades neurológicas o neuroconductuales (hiperactividad , agresividad, ansiedad, etc.).
Por otro lado, sus moléculas naturalmente activas pueden mejorar nuestro funcionamiento. Por ejemplo: los aldehídos terpénicos (limón, bergamota, citronela, etc.) favorecen la microcirculación; las cumarinas (bergamota, cilantro, …limón, lima) son anticoagulantes e hipotérmicas… pero manchan la piel con la exposición al sol, por lo que son difíciles de aplicar en verano a menos que se coloquen en una zona que se cubra bien por muchas hs posteriores a su aplicación tópica; los azulenos (geranio bourbon, manzanilla, tanaceto) calman la piel irritada; los ésteres (Lavandula angustifolia) son descongestivos…
Las plantas sintetizan multitud de sustancias activas (alcoholes, éteres, acetatos, fenoles, cetonas…). Están formados por moléculas químicamente definidas y bien identificadas y cuantificadas, en particular durante la destilación. Por eso, cuando extraemos algunas de estas moléculas concentradas en el aceite esencial, aprovechamos sus propiedades para obtener sus beneficios terapéuticos.
La mayoría de los aceites esenciales son polimoleculares, es decir, están formados por unas pocas moléculas en grandes cantidades y multitud de otras en pequeñas cantidades, incluso en trazas. Sin embargo, estas pequeñas trazas incluso pueden cambiar el aroma y las propiedades terapéuticas de un aceite esencial.
Las plantas sintetizan multitud de sustancias activas (alcoholes, éteres, acetatos, fenoles, cetonas…). Están formados por moléculas químicamente definidas y bien identificadas y cuantificadas, en particular durante la destilación. Por eso, cuando extraemos algunas de estas moléculas concentradas en forma de aceite esencial, aprovechamos sus propiedades aún mejor para obtener sus beneficios terapéuticos.
La mayoría de los aceites esenciales son polimoleculares, es decir, están formados por unas pocas moléculas en grandes cantidades y multitud de otras en pequeñas cantidades, incluso en trazas. Sin embargo, estas pequeñas trazas incluso pueden cambiar el aroma y las propiedades terapéuticas de un aceite esencial.
Por ejemplo, el AE de naranja dulce no huele en absoluto igual que el AE de pomelo, ni que el de lima, o el de limón, sin embargo están compuestos mayoritariamente por una molécula denominada limoneno, presente en un 95% aproximadamente en la naranja dulce y en un 97% aproximadamente en el pomelo, así como en cantidades menores en el resto de estos otros aceites esenciales. Aún así, son las otras moléculas, en pequeñas cantidades, las que crean esa diferencia, tanto a nivel olfativo como a nivel terapéutico.
Todo el mundo conoce los clásicos antiinflamatorios, antibióticos o sedantes. En aromaterapia también existen familias moleculares con características, propiedades y contraindicaciones comunes.
Estas familias bioquímicas se relacionan con los principios activos más presentes en el aceite esencial en cuestión.
La clasificación de los aceites esenciales por “familia bioquímica” permite comprender por qué, para tal dolencia, un aromaterapeuta preferirá el aceite esencial de ravintsara, otro el de niaouli y otro el de eucalyptus radiata. De hecho, estos aceites esenciales tienen una o más moléculas en común pero en diferentes cantidades, por ejemplo, 1,8-cineol (eucaliptol).
