El doctor Bach decía que estamos conformados por un alma y una personalidad, y que la primera viene a este mundo con un propósito, pero esta personalidad muchas veces se llena de defectos. Miedo, inseguridad, egoísmo, incertidumbre, indecisión, culpa, y cuando esto sucede, se produce una desarmonía entre ambas lo que lleva a que el cuerpo se enferme.
Por ello es necesario que cuando se produzca este quiebre escuchemos eso que nuestro alma nos intenta decir.
Día a día, pasamos por montones de momentos de cambio y transformación, en la vida no hay nada estático, todo tiene movimiento.
Los aceites esenciales nos permiten desde diversos lugares poder conectar con nosotros mismos.
Mueven a nivel inconsciente muchísima información que ha quedado registrada, ayudándonos a conectar para hacerla consciente. Miedos, frustraciones, culpas, rechazos, represiones, dolores, vacíos, recuerdos, si podemos recordarlas podremos comprenderlas mejor.
Pero también nos conectan al placer, la alegría y el disfrute que se han reprimido y ocultado a causa del miedo, la culpa y diversos mandatos de los que nos hacemos cargo.
Cada aceite esencial nos toca de manera diferente. Quienes más saben nos dicen que gran parte del poder sobre nuestras emociones tiene también que ver con sus altas frecuencias vibratorias. Aunque sabemos que otra parte se debe a sus diversas moléculas. Integrar nuestras sombras, como diría Jung sería el trabajo necesario, vivimos rodeados de cosas que rechazamos de nosotros mismos. Cada aceite esencial y esencial se conectan con con nosotros a través de un mensaje diferente.
Son compañeros de ruta que nos guían y enseñan como grandes maestros, conectándonos a partes nuestras que por rechazar se nos hace difícil ver, y mucho menos aceptar.
Muchas veces algunos de ellos puede desagradarnos… con los años aprendí que cuando esto ocurre generalmente tiene que ver con espacios bloqueados, que no quisiéramos ver ni aceptar por ser tan dolorosos. Los aceites esenciales potencian nuestras virtudes.